Oraciones
iniciales
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.
Acto
de contrición
Jesucristo, mi Dios y mi Salvador: yo me arrepiento de corazón de
todos los pecados que he cometido, porque con ellos ofendí a un Dios tan bueno.
Propongo firmemente no volver a pecar. Confió en que me perdonarás mis culpas y
me llevarás a la vida eterna, porque eres bueno. Amén.
Ofrecimiento
Señor mío Jesucristo que nos invitas a tomar la Cruz y seguirte, caminando tú
delante para darnos ejemplo: danos tu luz y tu gracia al meditar en este Vía
Crucis tus pasos para saber y querer seguirte. Madre Dolorosa: inspíranos los
sentimientos de amor con que acompañaste en este camino de amargura a tu Divino
Hijo. Amén.
Al principio de cada estación se dice:
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Después de cada estación se dice:
Señor, pequé, ten misericordia de mí, y de todos los pecadores...
Se añade a cada estación:
Un Padre nuestro, un Dios te salve María y un Gloria al Padre.
Primera Estación
Jesús es condenado a muerte.
Pilato mandó sacar a Jesús y dijo a los judíos: “Aquí tenéis a
vuestro rey”. Pero ellos le gritaban: “¡Fuera, fuera, crucifícalo!” Pilato les
dice: Pero ¿cómo he de crucificar a vuestro rey?” Respondieron los príncipes de
los sacerdotes: “Nosotros no tenemos más rey que al César”. Entonces se los
entregó para que fuera crucificado (Juan 19, 13-16).
Segunda Estación
Los judíos tomaron a Jesús y cargándole la cruz, salió hacia el
lugar llamado Calvario (Juan 19,17).
He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, y mis mejillas a los
que me arrancaban la barba; no aparté la cara ni los ultrajes ni de las salivas
que me echaban (Isaías 50,6).
Cuarta Estación
Una espada atravesará tu corazón (Lucas 2,35).
Quinta Estación
Cuando llevaban a Jesús al calvario, detuvieron a un cierto Simón
el Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para llevarla,
detrás de Jesús (Lucas 23,26).
Sexta Estación
Muchos se horrorizaban al verlo, tan desfigurado estaba su
semblante que no tenía ya aspecto de hombre (Isaías 52,14).
Séptima Estación
Eran nuestros sufrimientos los que llevaba, nuestros dolores los
que le pesaban… Ha sido traspasado por nuestros pecados, deshecho por nuestras
iniquidades… (Isaías 53,4).
Octava Estación
Seguían a Jesús una gran multitud del pueblo y de mujeres, que se
golpeaban el pecho y lloraba por él. Pero Jesús, volviéndose a ellas, les dijo:
“¡Hijas de Jerusalén!, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por
vuestros hijos” (Lucas 23,27-28).
Novena Estación
Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos y os aliviaré.
Cargad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de
corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas (Mateo 11, 28-29).
Décima Estación
Llegados al lugar llamado Gólgota le dieron a beber a Jesús vino
mezclado con hiel, pero él, habiéndolo probado, no quiso beber. Los que lo
crucificaron se repartieron sus vestidos a suertes (Mateo 27,33).
Undécima Estación
Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a
Jesús y a dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda (Lucas 23,
34).
Duodécima Estación
Hacía la sexta hora, las tinieblas cubrieron la tierra hasta la
hora nona. El sol se eclipsó y el velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, con
fuerte voz dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y al decir esto,
expiró (Lucas 23, 44-46).
Decimotercera Estación
Un hombre llamado José, el cual era del Consejo, hombre bueno y
justo, quien esperaba también el reino de Dios, que no había estado de acuerdo
con la resolución de ellos, en sus actos, fue a ver a Pilato y le pidió el
cuerpo de Jesús. Después lo bajó, y lo amortajó en una sabana (Lucas 23,
50-53).
Decimocuarta Estación
José tomó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, y
lo depositó en su propio sepulcro nuevo, que había hecho cavar en la roca. Hizo
rodar una piedra grande a la puerta del sepulcro y se retiró (Mateo 27, 59-60).
Última Estación
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha
resucitado (Lucas 24,5).
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