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jueves, 16 de abril de 2009

JESÚS HA RESUCITADO ¡¡ALELUYA!!


Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "También este año, resuena en Pascua inmutable y siempre nueva, en todos los rincones de la tierra, esta buena noticia: Jesús muerto en la cruz ha resucitado, vive glorioso porque ha derrotado el poder de la muerte, ha llevado al hombre a una nueva comunión de vida con Dios y en Dios. Ésta es la victoria de la Pascua, nuestra salvación”. Lo ha subrayado el Santo Padre Benedicto XVI en la catequesis durante la audiencia general del miércoles 15 de abril, realizada en la plaza de San Pedro, que ha dedicado al significado de la resurrección de Cristo.
Después de haber puesto en evidencia el "gozo espiritual", la alegría "que emana de la certeza que Cristo, con su muerte y resurrección, ha triunfado definitivamente sobre el mal y sobre la muerte", el Papa ha afirmado que "el misterio de la Pascua abraza todo el arco de nuestra existencia", y ha subrayado que "en este tiempo litúrgico son muchas las referencias bíblicas y los estímulos a la meditación que se nos ofrecen para profundizar en el sentido y el valor de la Pascua”.
Benedicto XVI ha definido a continuación "fundamental para nuestra fe y para nuestro testimonio cristiano proclamar la resurrección de Jesús de Nazaret como un evento real, histórico, certificado por muchos y acreditados testigos" después ha proseguido: “lo afirmamos con fuerza porque, también en estos tiempos, no falta quien trata de negar su historicidad reduciendo la narración evangélica a un mito, a una 'visión' de los Apóstoles, retomando y presentando viejas y ya consumadas teorías como nuevas y científicas. Ciertamente la resurrección no fue para Jesús un simple retorno a la vida anterior… La resurrección se sitúa en otra dimensión: es el paso a una dimensión de vida intensamente nueva, que nos interesa también a nosotros, que implica toda la familia humana, la historia y el universo… La resurrección de Jesús funda nuestra firme esperanza e ilumina toda nuestra peregrinación terrena, incluido el enigma humano del dolor y la muerte. La fe en Cristo crucificado y resucitado es el corazón de todo el mensaje evangélico, el núcleo central de nuestro 'Credo'.
A este punto el Santo Padre ha citado un pasaje de la Primera Carta a los Corintios (15,3-8) en la que el apóstol Pablo transmite fielmente lo que él recibió de la primera comunidad apostólica sobre la muerte y resurrección del Señor. "San Pablo presenta ante todo la muerte de Jesús y pone, en un texto tan breve, dos añadidos a la noticia de que 'Cristo murió'. El primer añadido es: murió 'por nuestros pecados'; el segunda es: 'según las Escrituras'. Esta expresión 'según las Escrituras' pone el acontecimiento de la muerte del Señor en relación con la historia de la alianza veterotestamentaria de Dios con su pueblo, y nos hace comprender que la muerte del Hijo de Dios pertenece al tejido de la historia de la salvación, es más, nos ayuda a entender que tal historia recibe de esta su lógica y su verdadero sentido… Como y porque sucedió esto se comprende lo de la otra añadidura que san Pablo hace: Cristo murió 'por nuestros pecados'. Con estas palabras el texto paulino parece retomar la profecía de Isaías contenida en el Cuarto Canto del Siervo de Dios (cfr Is 53,12). El Siervo de Dios - así dice el Canto – ‘se despojó a si mismo hasta la muerte', ha llevado 'el pecado de muchos', e intercediendo por los 'culpables' ha podido obtener el don de la reconciliación de los hombres entre ellos y de los hombres con Dios: la suya es pues una muerte que pone fin a la muerte; la vía de la Cruz lleva a la Resurrección. En los versículos que siguen, el apóstol se detiene luego en la resurrección del Señor… No pocos exegetas entreven en la expresión: ‘resucitó al tercer día según las Escrituras’ una significativa llamada de lo que leemos en el Salmo 16, dónde el Salmista proclama: No abandonarás mi vida en los infiernos ni dejarás que tu fiel vea la corrupción', (v.10). Es este uno de los textos del antiguo Testamento, citados con frecuencia en el cristianismo primitivo, para probar el carácter mesiánico de Jesús. Ya que según la interpretación judía la corrupción empezó después del tercer día, la palabra de la Escritura se cumple en Jesús que resucita al tercer día, primera es decir, antes de que empiece la corrupción. San Pablo, transmitiendo fielmente la enseñanza de los Apóstoles, subraya que la victoria de Cristo sobre la muerte se produce por la potencia creadora de la Palabra de Dios. Esta potencia divina trae esperanza y alegría: es este, en definitiva el contenido liberador de la revelación pascual. En la Pascua, Dios se revela a si mismo y la potencia del amor trinitario que destruye las fuerzas destructoras del mal y la muerte".
El Pontífice ha concluido su catequesis exhortando a los presentes a dejarse iluminar "por el resplandor del Señor resucitado. Acojámoslo con fe y adhirámonos generosamente a su Evangelio, como hicieron los testigos privilegiados de su resurrección; como hizo, muchos años después, san Pablo que encontró al divino Maestro de modo extraordinario en el camino de Damasco. No podemos quedarnos para nosotros el anuncio de esta Verdad que cambia de la vida de todos… la Virgen Maria nos ayude a cultivarnos en nosotros, y a nuestro alrededor este clima de alegría pascual, para ser testigos del amor divino en todas las situaciones de nuestra existencia". (S.L) (Agencia Fides 16/4/2009)

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