Madre de la misericordia
Madre de la bondad
Madre del amor olvidado
Acógenos con clemencia
Dulce madre del perdón
Intercede a tu hijo que tanto padeció
Ni una mirada de reproche, sólo ternura y amor;
Hacia los linchadores, que lo clavaron en la cruz.
Casi desfallecida, y sosteniendo con su mirada...
Para que no sufriera más, el Hijo de su entraña.
Madre corredentora, Madre sufrida y abnegada.
Eres la más humillada, y serás la mujer más Ensalzada.
Intercede en esta hora de la misericordia
Queremos difundirla y practicarla
Para sentirnos hermanos y abandonarnos en tus brazos
Y acompañarte en tu desamparo, en esta hora de la gran misericordia
Dulce misericordia, bella misericordia, hermana misericordia.
Haznos apóstoles de tu divina misericordia
Te lo pedimos Jesucristo por la intercesión de tu bendita madre
Que nos guíe y nos enseñe con su grandiosa humildad
Hasta vernos en el grupo de los que te adoran
Acogidos en la morada de tu Padre Eterno.
Por los siglos de los siglos
Autora Mercedes Ramos


3. JESÚS PAGÓ EL PRECIO: Únicamente Jesús, quien fue Dios encarnado (ver Filipenses 2:5-11), fue lo suficientemente digno como para pagar el precio requerido para que nuestros pecados sean perdonados. Por cuanto la salvación por nuestros pecados (i.e., la vida eterna) cuesta demasiado como para que nosotros seamos capaces de merecerla por nuestra buena conducta, Jesús pagó el precio COMPLETOque se requiere para que seamos liberados de nuestra deuda de pecado, de manera que podamos ser libres y se nos otorgue nuestra entrada ante la presencia de Dios. Por medio del pago sustituto que hizo Cristo por nuestros pecados con su muerte, Dios pudo continuar siendo justo (en requerir el pago completo por los errores que hemos cometido) y al mismo tiempo extender su amor y misericordia a nosotros. Cuando aceptamos el pago que Jesús hizo por nosotros, Dios nos concede inmediatamente el perdón por los agravios que hemos cometido (pasados, presentes y futuros) y nos hace espiritualmente limpios y aceptables ante Él, por medio de la sangre expiatoria de Cristo y a través de la obra renovadora del Espíritu Santo. Este regalo de la vida eterna es ofrecido “gratuitamente” a todo aquel que le acepte.