VIDA ETERNA
“La vida eterna consiste en
esto: en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, tu
enviado” (Jn 17,3). Conocer al Dios de Jesucristo, conocer al Hijo y
al Espíritu Santo, conocerlos no sólo con la mente, sino también con el
corazón, conocerlos estando en comunión con ellos, conocerlos de modo que
olvidemos todo lo demás: eso es la «vida eterna». Lo demás pertenece a las
cosas que pasan, a la infinita vanidad del todo, a lo que carece de
consistencia, a lo que tiene una vida efimera, a lo que no vale la pena
aferrarse.
Mi vida ha de ser un continuo
progreso en el conocimiento del Dios vivo y verdadero, un progreso en la
sublime ciencia de Cristo, un caminar según el Espíritu, porque esta vida
es ya vida eterna. Una vida, a veces, poco apetecible, porque la condición
humana hay que vivirla en la carne y en la sangre, porque el mundo me
envuelve y me condiciona, porque mi fe es todavía titubeante e insegura.
Pero basta con que me detenga un poco a reflexionar en las palabras del
Señor, basta con que invoque su Espíritu, para que reemprenda el camino
hacia el inefable mundo de Dios y llegue a comprender la fortuna de haber
escuchado, también hoy, estas palabras que me unen al Padre y al Hijo, en
el vínculo del Espíritu, para pregustar algunas gotas del dulcísimo océano
de la vida eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario