-«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
domingo, 11 de noviembre de 2007
OH Dios mió y Señor mió!
En Tu infinita misericordia
Refugio toda mi gran miseria.
Me siento débil y miserable,
Necesitado de tu protección,
Para ser fuerte en la tentación,
Para serte fiel en la oración.
Dulcísimo y amado Jesucristo.
Estoy dolido conmigo mismo.
Por la infidelidad de mi corazón,
En los apegos, y respeto humanos.
En buscar consolaciones fuera de ti;
Tú lo puedes todo, Señor, atráeme
A las delicias infinitas de tu amor,
A las dulzuras y ternura de tu corazón.
Redentor de mi alma, dador de vida.
Ultrajado, humillado y crucificado.
Enséñame a reparar tanta injusticia,
Espiando mis pecados y los del hermano.
Gracias por tu amor, gracias por tu perdón
Enséñanos el camino, Danos tu salvación.
Autora: Mercedes Ramos.
PRESENCIA DE DIOS
Orar no es pensar mucho sino amar mucho. Amar al Dios trinitario que habita en nosotros. El corazón, en el fondo de nuestro ser, en nuestro yo profundo, allí en la hondura, acoge humildemente a Dios-Amor, se deja amar por Él, y se entrega generosamente a ese Dios-Amor. Así, en este vaivén de amar y dejarse amar, está la esencia de la oración.
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